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"La revolución y lo revolucionario"

"La revolución es la idea en potencia, cuando el espíritu es iluminado con el resplandor de la verdad. El resplandor de la verdad es lo revolucionario. La verdad es revolucionaria en su propia manifestación. La naturaleza, por sí misma, esencialmente, es revolucionaria. La paz del esclavo, estanca; pero la paz de lo revolucionario vivifica. Se tiene conciencia de la libertad, cuando se vive en cuerpo y alma la vida revolucionaria de la inteligencia creadora. En el orden astronómico, la revolución de los cuerpos constituye la armonía universal. La armonía pura de la verdad corresponde a la libertad plena ejercida por el ser mismo consciente de su poder creador. La revolución es el cauce secreto por donde corre el orden natural. Visto desde cualquier punto de vista, el hombre es el vehículo de la revolución vital, y, su idea de ser, lo revolucionario. El esclavo no puede ser revolucionario, sencillamente, porque entrega sus potencias internas al invasor de su conciencia. El hombre es libre cuando su conciencia se rebela contra toda fuerza extraña. El pan de la libertad alimenta, cuando cada uno lo prepara en el horno sagrado de su propia conciencia. De otra manera, en cualquier orden, su valor es nulo. El pan de la sabiduría es revolucionario, porque indica, siempre, los horizontes maravillosos de la verdad. El alimento único del esclavo, de ordinario, es la deserción y la mentira. Dejar de vivir la esplendorosidad mágica de la libertad: eso es la esclavitud. Ser la libertad en su expresión cósmica: eso es la verdad. La esclavitud no es un agente natural; la esclavitud es el guía de la costumbre. La costumbre, comúnmente, es el mentor de los esclavos. La mente creadora no desciende nunca al relajamiento que produce el renunciamiento a la libertad. La libertad no tiene límites: es la ignorancia la que los marca. Pretender trazar límites a la libertad, es pretender limitar la extensión maravillosa que hace infinita la grandeza sublime de los astros. La idea revoluciona, infinitamente, alrededor de sí misma, por el mandato creador de su propia naturaleza. Por supuesto, te hablo de la idea creadora; de la idea, como extensión del pensamiento. Lo creado, en un orden superior, no admite imitación: exige, por lo menos, igualdad. La imitación es el dogal de la belleza. Renuncia a la belleza solamente el que no vislumbra la subliminal de la vida infinita. La vida infinita es la expresión de la felicidad. El amor puro, iluminado por la conciencia creadora del ser hace resplandecer de belleza el vuelo silencioso de espíritu. No son los cuerpos los que revolucionan, sino la idea creadora de los mismo. La esclavitud la impone el relajamiento de la voluntad, y el derecho de la fuerza lo ejerce, no el tirano, sino el esclavo. La esclavitud es la personalidad del tirano. El hombre es libre cuando abre, con el vuelo de su mente creadora, los caminos musicales de la eternidad. La eternidad es un estado puro de creación del espíritu. La verdad no está allá ni acá; entre esos dos puntos corre el río sereno de la comprensión, fertilizando la viña sugestiva de la conciencia. El cauce de lo verdadero no radica, en ningún sitio, fuera de ti mismo. La sabiduría no consiste en saberlo todo, sino el crear la conciencia musical de la felicidad, es decir, llegar hasta el fondo del río sereno de la comprensión sin necesidad de usar los pulmones de la razón. En este punto habrá alguien que sienta el trueno de la torpeza retemblar los espacios del conocimiento, pero, el alimento corriente de la humanidad es la ignorancia, y la verdad hay que exponerla con toda la prueba del espíritu. La razón es el báculo en que se apoya la inconsciencia. El hombre razona cuando no puede crear: en este caso la razón es la expresión de la imitación. Es bueno repetirle que estamos hablando en el sentido de crear en igualdad de lo creado en un orden infinito, y que lo creado es la interrogación que tiene el hombre del área de sí, eternamente. Esa interrogación eterna ¿no podría ser, acaso, un modo de ser la felicidad?" 

Clemente Soto Vélez, "EscalioObra Poética", pp. 77-79


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